Autor: David Figueroa
Licenciado en Educación Integral
Estudiante del Magister en Ciencias de la Educación Mención Procesos de Enseñanza y Aprendizaje de la UNEG
Twitter: @davidjfigueroas
Pretender dar una visión exacta de como el Marxismo ha ejercido su influencia en Latinoamérica seria una labor de escritura que llevaría años de investigación y muchos tomos de numerosas paginas. Mi intención es hacer un aporte mas al tema, con el agregado de usar un vocabulario sencillo y que incentive el estudio en los jóvenes revolucionarios.
El marxismo como corriente
filosófica, nace en el siglo XIX en Europa, siendo esta la causante de toda una
amplia cantidad de movimientos y conflictos políticos tanto en Europa y
rápidamente a mundial durante la década y su influencia se extiende incluso en
la actualidad.
Latinoamérica recibió mucha
influencia del marxismo. Si bien es cierto el origen del marxismo es netamente
europeo y no hubo un gran interés en trasladarlo a Latinoamérica, no fue esto
una dificultad para que se desarrollaran lideres y organizaciones afiliadas a
esta corriente. Sin embargo puede notarse que en sus inicios, las acciones las
cuales se intentaban identificar con el marxismo, no eran en sí mismas
totalmente apegadas a esta corriente. Arnoletto (2007) nos explica: “El
marxismo latinoamericano se manifestó más como una toma de posición frente al
anarquismo y a la democracia liberal burguesa que como una forma de saber sobre
lo social y de actuar en sus procesos.” (p.174). Desde este punto de vista, se
evidencia que la utilización de la terminología marxista sirvió para generar la
contradicción social, lo que fue fundamental para el logro de distintas luchas
por la reivindicación de derechos humanos, mas no necesariamente la aplicación
de políticas propiamente marxistas.
Las razones de esto son
simples. Si bien es cierto el marxismo llega a Latinoamérica, su bibliografía
es sumamente escasa, lo que posibilito su deformación entre el pueblo,
llegándose a confundir con justicia y bienestar social. Demostración fiel de
esto es que la llegada de la literatura propia del marxismo llega a Latinoamérica
a finales del siglo XIX con la publicación del Manifiesto Comunista en 1870 en México,
además de algunos periódicos y artículos que se desarrollaron con el transcurrir
de los años.
No obstante, la divulgación
amplia de bibliografías marxistas se evidencia iniciado en el siglo XX. Los
aportes de Juan B. Justo son de relevada importancia porque logra incentivar la
crítica debido a su postura moderada. Uno de los más resaltantes son los de Luis
Emilio Recabarren, quien fue “fundador del Partido Obrero Socialista de su
país, quien actuó en Argentina como principal exponente de la oposición al
reformismo de Justo.” (Otero, 2007, http://bit.ly/SloKwN). A
todas luces Justo no es un radical, solo buscaba la aplicación de una política
que tuviera como participantes a los obreros, lo que indica la aceptación del
poder establecido por la burguesía, pero exigiendo derechos por parte de las
masas (incluso se puede hablar de intentos de conciliación con la burguesía).
Es un periodo donde Latinoamérica no tiene aun mayor conciencia de la lucha de
clases, sin embargo la colonización salvaje y destructora sumado a estas nuevas
lecturas, abren las posibilidades para que determinados liderazgos.
Inmediatamente se inician
las fundaciones de diversos partidos y organizaciones (tanto de corte socialistas
como comunistas, o por lo menos esa es la intención) impulsados también por la
toma de Lenin del poder en la URSS. Desde este punto de vista se produce todo
un proceso se seguimiento e intentos de repetición de lo que estaba sucediendo
en la URSS para intentar aplicarlo en Latinoamérica. Lo que debía ser un
proceso independiente en cada territorio, aplicado según el contexto propio,
termina siendo una cantidad de movimientos que fracasan en sus intentos.
Evidentemente el Marxismo no podía aplicarse de forma absoluta, dejando en
evidencia la poca reflexión que hay acerca de las acciones a realizar. Muestra
de ello es que Europa es un continente industrializado, donde se habla de la
emancipación obrera mientras que, en Latinoamérica existe la esclavitud,
campesinado, mineros, entre otras áreas mas rudimentarias, muchísimos
analfabetos; por tanto encontrarse con nuevas deformaciones de la lucha
revolucionaria era algo normal, nuevamente observándose conciliaciones con la
burguesía, la representatividad como forma de participación y el intento de
llevar una revolución entre cúpulas, cuando es el pueblo el que debe apropiarse
de ella.
Lo anteriormente expuesto
queda ratificado con lo que planteo Mariátegui en sus “Siete ensayos de
interpretación de la realidad peruana” donde expone, entre otras cosas, que
había que analizar el marxismo y adaptarlas a las particularidades del Perú;
como por ejemplo, siendo su país la actividad del campo como las mas predominantes,
y la tierra trabajada por los indígenas, era una tarea fundamental que los
indígenas fueran dueños de las tierras. Estos planteamientos sin embargo no
tuvieron grandes ecos y fue más el despojo de las tierras a los pueblos
originarios que su propia reivindicación, independientemente de la tendencia ideológica
que se impusiera.
Posteriormente a esto vienen
las influencias de Trotsky, las cuales se identifican con el marxismo, pero con
notables diferencias y posteriormente un conjunto de divisiones, escisiones y
deformaciones. De hecho, si ya el trotskismo era una tendencia dentro del
marxismo, en Latinoamérica los
trotskistas tienen múltiples interpretaciones del marxismo, entre ellas el
frentismo, la cual termino favoreciendo más a la burguesía y apagando las
luchas. Salamanca (2010) nos explica:
La experiencia histórica terminó dando la razón a quienes
dentro de la III y IV Internacional habían advertido que en
América Latina el ‘frentismo’ serviría realmente para que la burguesía
industrial se hiciese con el poder político y la hegemonía social. Una vez
instalada en el poder, los derechos de los campesinos y los de soberanía
nacional, esto es, la revolución agraria y anticolonial quedó pendiente. De
hecho, esa estrategia llevó al marxismo y a los partidos comunistas frentistas
a abandonar al pueblo en su lucha contra el imperialismo económico y sus
agentes internos, las burguesías nacionales. (http://bitly.com/SloKwN)
Estas acciones se agravan
posteriormente con el XX Congreso del Partido Comunista de la URSS. Las ideas
desarrolladas de parte de quienes profesan el poder de la clase obrera,
contrasta con las conclusiones realizadas en este congreso, donde se propone
pactar con la burguesía y fortalecer el capitalismo como preludio para el
triunfo comunista. Ante esto cabrían algunas preguntas, entre ellas: ¿La
participación del pueblo y en especial de la clase obrera en este tipo de
pactos? ¿Existe realmente una relación sinérgica entre los dirigentes de los
partidos y la masa popular habida de conocimiento, formación y de respuestas a
las luchas emprendidas? Marxismo sin la acción protagónica de la masa no es
marxismo, por tanto esta época, sea por las causas que sean, deformó y
traicionó por completo la lucha que se predicaba.
Estas ideas no tendrán mucho tiempo como acción
máxima dentro de los socialistas y comunistas. Posterior a 1950 el marxismo
toma vida con la toma del poder por parte de Fidel Castro y el triunfo de
Allende. Anteriormente ya se habían dado 2 triunfos importantes de estas
concepciones (URSS y China). Cuba y Chile tienen sus particularidades muy bien
marcadas por sus propios contextos. Latinoamérica tuvo entre esas diferencias
que no existía grandes partidos políticos con una fuerza constituida imponente,
sino mas bien, la alta participación de militares (caso de Cuba) y el carisma de sus líderes (caso de Chile).
A esto se le suma el hecho de que el objetivo está claro en todo el continente,
y es combatir el imperialismo y cualquier intento colonial. Organizar una
revolución considerando al marxismo como fuente, pasa por el hecho de conseguir
la independencia en cada una de las naciones latinoamericanas, en donde aun se
vive bajo los lineamientos de otras naciones, tanto políticos como económicos.
Es por esto que el conciliar con los capitalistas resulta una contradicción
inmensa y representa la superación del capitalismo hacia procesos más extremos
de corte derechista. Prueba de ello es que, posterior a la caída de la URSS, se
vivieron periodos intensos de persecución, masacre y destrucción de todo lo que
tuviera alguna relación con marxismo, comunismo o socialismo.
El marxismo en Latinoamérica vuelve entonces a
retomar fuerzas con los ejemplos de Cuba y Chile y de forma muy estratégica se
readapta con nuevas ideas, como las del “Socialismo del Siglo XXI” y
estrategias políticas renovadas como las propuestas por Hugo Chávez, quien
representa el Latinoamérica para 1999, la reconstitución de las fuerzas de
izquierda identificadas con el Marxismo y similares, lo que implica una serie
de triunfos en otros países latinoamericanos. Lo anteriormente expuesto invita
a ampliar el rango de acción del ejercicio político del marxismo, es decir, no
es solo el obrero quien hace la revolución, también las mujeres, jóvenes,
indígenas, campesinos, etc., en fin, no solo el trabajo sino quienes
protagonizan la dinámica social. Esta participación se ve reflejada en las acciones
que han desarrollado los diversos movimientos sociales, así como también en el
ejercicio electoral, siendo esta una de las características más importante de
la izquierda en Latinoamérica, su profundo fundamentación en los constantes procesos
electorales donde llama al pueblo a su participación.
Actualmente se observa como se ha mantenido la
tendencia en Latinoamérica, donde las corrientes de izquierda ostentan el poder
del estado y han direccionado las políticas en sus naciones (Argentina, Brasil,
Bolivia, Cuba, Perú, Venezuela, Uruguay, Nicaragua, etc.) en donde se puede
analizar el aumento cuantioso de la inversión social, el aumento o
mantenimiento del bienestar del ciudadano común, la unificación de criterios a
nivel internacional (creación de mecanismos liberadores como UNASUR, CELAC,
ALBA, etc.) y el incentivo a las culturas propias; sin embargo, a pesar de que
algunos gobiernos dicen identificarse con el Marxismo y cualquiera de sus
corrientes similares, no es muy difícil distinguir que son posturas moderadas o
suaves. Prueba de ello es la burocracia y la corrupción (flagelos que siguen
siendo intocables en las realidades de cada país), la falta de conciencia de
los ciudadanos hacia las relaciones de trabajo y las condiciones que ha
impuesto el modelo capitalista, el mantenimiento de relaciones comerciales
injustas con Norteamérica, Europa y Asia para el acceso a bienes y servicios
donde se demuestra que el beneficio sigue siendo para los países del “primer
mundo” y el crecimiento de monopolios, trasnacionales y medios de comunicación
que llegan a tener más influencia y poder que el propio estado en las actividades
políticas, económicas y sociales, llegando a amenazar, desestabilizar y demoler
gobiernos democráticos constituidos por la voluntad de los pueblos.
Codearse con la burguesía y el poder sigue siendo
parte de la acción política de la izquierda latinoamericana que se hace eco de
posturas marxistas, donde el pueblo tiene poca conciencia y a su vez muy poco
acceso a expresar y luchar por la igualdad, inclusión y la justicia. Mientras
tanto los capitalistas atacan agresivamente los que profesamos un pensamiento
diferente, satanizando el socialismo y el comunismo cuando de estos procesos aun no tenemos
ejemplos muy precisos en nuestro continente.
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